ABANICO DE INVIERNO

 

 
 

Conozco de ese frío en las orillas cuando las madrugadas se quiebran en relojes o en la madera de una silla solitaria convertida en estaca ante la espera.
Me he fabricado agujas de papel para tejerte una bufanda con mis trenzas oscuras. Las mezo en canoas de bambú e impulso al agua con manos limpias en un arrebujar de la ternura.
Es que el invierno aún congela su fantasma gris sobre este mar sin olas. Un piano se contagia de agonía mientras supuran las risas y aventuras que delataban ayeres con su aliento aturdido por la fiebre del hechizo.
No hubo cementerio posible para enterrar las alas.
Tan sólo con girar la cara de la luna o descorrer la lluvia, verás que la distancia no marchita las voces que encadenan al delirio.
Hemos perdido el pentagrama donde tocarnos esta música que pide a gritos recuperar su blanca nota.
Aún nuestros pájaros rompen el aire con su vuelo de cristal en abanico. Y la tierra se estremece al saber que se escarchan caricias de silencio.
A lo lejos se oye silbar una tenue promesa de amnistía frente al preludio del reencuentro.
Tal vez una mañana el universo se disloque y nuestras bocas se adueñen de todo este glaciar hasta fundirlo.

© Silsh

(Silvia Spinazzola)
-Argentina-

 
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